A fines del Intermedio Temprano, los centros urbanos de la sierra central, particularmente de la zona de Ayacucho, mantenían relaciones con otros desarrollos como las culturas Nazca y Tiahuanaco. Pero es en el Horizonte Medio que aparece la denominada tradición Conchopata, que se considera el origen de la cultura Wari o Huari. Recién entre el año 500 y el 900 d.C. dicha cultura logra su máximo apogeo, el cual se asocia al desarrollo y a la expansión desde su capital, que lleva el mismo nombre.



























  •  UBICACIÓN

Poco después de su inicio, la cultura Wari llegaron a expandirse por el sur hasta Acarí, por la costa norte hasta el valle del Santa y por la sierra hasta el callejón de Huaylas. Con la consolidación del imperio, logró extenderse desde Sicuani y la región Arequipa hasta Cajamarca por la sierra y desde Ocoña y Sihuas hasta Lambayeque por la costa.
Las evidencias reflejan una gran expansión de la cultura Wari, pero además, muestran que no solo se trató de una conquista militar sino más bien de un proceso de asimilación de estos pueblos a la administración de la cultura Wari y a otros patrones de su cultura, especialmente la religión y el urbanismo.


  • RELIGIÓN

La religión de la cultura Wari fue el resultado del sincretismo de divinidades locales, especialmente de Ayacucho, Nazca y Pachacamac. Lograron expandir el culto al Dios de las Varas (una variante local, distinta de la versión Tiahuanaco). De acuerdo con las investigaciones, la difusión del culto de la cultura Wari sirvió como elemento de expansión territorial y cultural.


  • URBANISMO
Esta cultura introdujo nociones y patrones novedosos en la formación de las ciudades en los Andes. La concepción centralista permitía controlar a la población y el cumplimiento de sus actividades. Los centros estaban organizados en función de un eje norte-sur y eran construidos cerca de caminos principales que formaban toda una red vial. Sin embargo, solo la elite residía en las ciudades; la gente común acudía únicamente para cumplir con sus tareas o participar en las ceremonias religiosas y vivían en las zonas rurales aledañas. Entre los principales centros de la cultura Wari encontramos, cerca de Cuzco, la capital provincial Piquillacta, que tuvo murallas de hasta 12 metros de altura y que ocupó un área de casi dos kilómetros cuadrados. Casos similares encontramos en Moquegua, Cerro Baúl y en las serranías de Lima y en el callejón de Huaylas, donde están Huaricoto y Huilcahuaín, respectivamente.





  • TEXTILERÍA
El arte textil de la cultura Wari alcanzó un alto grado de desarrollo. Elaboraron tejidos teniendo como materia prima el algodón, la lana de alpaca y de vicuña. Los tejidos que fabricaron sirvieron tanto para la indumentaria como para los rituales funerarios. Su especialidad fueron los tapices, en los que representaron a seres míticos de su religión, así como motivos con serpientes, felinos y aves. Los tejidos se caracterizaron por un gran despliegue cromático. Predominaron el rojo, azul brillante, amarillo, dorado y el blanco. Además de los tapices, elaboraron fajas, bolsos, los uncos o camisones sin mangas. Las evidencias de la textilería de la cultura Wari han sido halladas en diversos lugares del territorio peruano.


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